Quien no cree en los ángeles no se puede llamar cristiano, ni judío ni musulmán. Resulta curioso que a veces sean precisamente los que están fuera de las religiones formalmente constituidas los que más crean en estas entidades lumínicas, superiores a los hombres. Hablar de ángeles es, para muchos, poco menos que hablar de mitología, de hadas o de duendes. ¿Será esa la razón del injusto olvido de la ciudad de Tucumán por su patrono principal, el Arcángel San Miguel? Después de 21 años de silencio, anoche, el pueblo volvió a honrar a su antiguo protector al sacar en procesión, por las calles, la imagen del Arcángel, Príncipe de la Milicia Celestial, en otras palabras, jefe de todos los ángeles. La imagen original había sido traída desde Ibatín cuando se hizo el traslado de la ciudad y se encuentra en lo alto del altar del templo San Francisco. La que se sacó ayer es una réplica del siglo XIX que se conserva en la Catedral.

El Arcángel Miguel ("¿Quién como Dios?, en hebreo) está presente en las iglesias cristianas católica, ortodoxa, copta y anglicana, y también en las religiones judía e islámica. Es una suerte de entidad interreligiosa, casualmente muy a tono con los nuevos tiempos que impone el papa Francisco. De alguna manera, honrar al Arcángel San Miguel es como llegar a un lugar de encuentro con los fieles de las tres grandes religiones con representación en Tucumán.

Invocar públicamente al gran Protector contra los ataques del diablo no sólo es salvar un imperdonable olvido, sino también una oportunidad para pedirle a Dios que nos libre de las nuevas reencarnaciones del demonio, llámense vendedores de droga, políticos que mienten, sacerdotes que avergüenzan a la Iglesia y ciudadanos que miran al lado contrario del bien común.